Estaba en quinto grado. Me habían cambiado hace poco de escuela y un día perdí el bus del recorrido para volver a casa. Recuerdo que intenté llamar para que alguien me viniese a ver, pero nadie contestó.
Mi anterior escuela quedaba en el valle. Ahora estaba en Quito sola y con la mochila a cuestas. Menos mal algo algo de sentido común tiene la Anacrix: colegio en la misma avenida que la casa y hacia el norte = ergo: caminar hacia el sur sin desviarse de la calle y llegar a destino.
Nunca me dio miedo; solo debía caminar para llegar a destino; claro que es un buen trecho para pensar con el paisaje urbano de fondo y los sonidos propios de la ciudad como banda sonora y el calor del mediodía quiteño que atonta (creo que desde ahí le perdí cariño al calcinante sol ecuatorial). Y a escasas 3 o cuatro cuadras de casa, mis padres ya preocupados por mi retraso iban en mi búsqueda al colegio y me encontraron campante, camino a casa.
Supongo que en ese trayecto aprendí a ir a mi ritmo, aprendí que tú debes ser una buena compañía para ti si quieres serlo para otros y que se puede recorrer mucho si nunca piensas que la distancia es imposible.
2 comentarios:
interesante historia. hay momentos en que vuelves parte del entorno
Hola, saltando de blog en blog llegué al tuyo y disfruté mucho leyendo sobre Quito, ya que en un par de meses va a ser mi primera visita ahí.
Beso
Publicar un comentario