El ser humano es un animal gregario, le viene bien convivir con otros (con algunos más que con otros obviamente). Sostengo mi teoría de que cada uno de nosotros proviene de una manada, un grupo más o menos disímil que hace las veces de espejo en el que reconocerte, de refugio cuando necesitas el contacto de otros, en casos excepcionales incluso de red para soportarte. Cada manada es distinta, grande, pequeña, cohesionada o esparcida por el mundo; se une por distintos lazos y va mutando en el espacio y el tiempo...fluctúa y se reconstruye sin cesar. Hay miembros de tu manada que estuvieron ahí, antes de tu llegada, aprendiste de ellos y los llevas marcados en tus acciones y tu corazón. Otros los reencuentras aunque no los conocías previamente, como miembros que se separaron en una tormenta pero que poco a poco, siguiendo una pista invisible pero certera regresan.
La manada no siempre está junta, cada cazador va por sus propias presas, a veces requiriendo la compañía de otros miembros a veces completamente solo. Cada cierto tiempo empero todos se reunen a la luz de esa amistad y cruzan palabras y silencios y saben que están en casa, en familia. Y eso es bueno.
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